Como ya sabéis el 23 de abril se celebra el día del libro debido a que este mismo día del año 1616 fallecieron los dos grandes escritores de las lenguas castellana e inglesa: Miguel de Cervantes y William Shakespeare.
Además de la fecha de su muerte y su importancia capital en la literatura de sus respectivos países ambos autores también tienen otras cosas en común como misterios y casualidades que han llevado a algunos a pensar que quizá – y preparaos para quedar boquiabiertos- el genio de Alcalá de Henares y el bardo de Stratford Upon Avon eran la misma persona.
De todo el mundo es conocido que la biografía de Shakespeare es confusa y a menudo contradictoria; hasta los principales estudiosos de la historia de la literatura inglesa admiten que hay más sombras en su vida que luces y el mejor ejemplo de esto es el de los “años perdidos”, que van de 1584 a 1592 y en los que maese William parece haberse desvanecido de la faz de la tierra.
Por otro lado, aunque la biografía de Cervantes está mejor documentada, también hay ciertas lagunas como su cautiverio en Argel o la temporada en la que fue un espía al servicio de la corona española, curiosamente en la década de los 80 del siglo XVI. También se suele decir, medio en broma, que los únicos momentos en los que no estuvo viajando fueron aquellos en los que estuvo preso.
Así que, aunque delirante, digamos que la teoría podría encajar en algunos aspectos. Además, la idea de que el mejor escritor de su época fuese un agente doble en peligrosas misiones para los grandes imperios de su tiempo tiene su atractivo, no lo vamos a negar.
Pero, además de la peregrina coincidencia de épocas sombrías, hay curiosas “pruebas documentales”. Seamos sinceros, nos parecen argumentos muy rebuscados, pero tienen su encanto.
Estas pruebas se basan principalmente en coincidencias entre las obras y personajes de ambos autores. Por ejemplo Hamlet y Don Quijote están aparentemente locos y se sienten extraños entre su propia gente; también Sancho Panza y el bufón Falstaff tienen puntos en común al ser aparentemente simplones pero estar cargados de una peculiar sabiduría.
Otros argumentos estarían en la “mención” de obras de uno en las de otro. Se cita el caso de uno de los personajes de “El Quijote”, Cardenio, que acaba loco y viviendo en Sierra Morena. Este mismo personaje es el protagonista de una de las obras perdidas atribuidas a Shakespeare. Pero, ¿es que no pudo William haber leído una obra de Miguel en su momento?
Dentro del mismo capítulo de “menciones” se ha querido ver la de la obra más conocida de Shakespeare en el mismísimo texto sobre el hidalgo de la Mancha. Así el ficticio autor del manuscrito, Cid Hamet Benengeli, no sería que otro que Hamlet. Para que el parecido entre los nombres no sea tomado como casual se apunta a que “Benengeli” podría significan “Hijo de Inglaterra” (Ben Engeli).
Queda una que podría ser reveladora y especialmente divertida. El traductor al inglés de la primera edición de “El Quijote”, Thomas Shelton, afirma que tradujo la obra seis años antes de ser publicada en Inglaterra; es decir, en 1605, el mismo año en el que se edito en España. De ser así, ¿cómo pudo haber realizado el arduo trabajo de traducir más de 500 páginas en el mismo año y en pocos días? Aquí nos encontramos con que Cervantes-Shakespeare también es Shelton.
Quizá nos ha faltado la pasión para defender las pruebas y por eso parecen tan frívolas. Vamos a ser sinceros: para nosotros uno es Miguel y otro es William, pertenecían a dos países diferentes, eran de dos generaciones distintas (Cervantes nació en 1547 y Shakespeare en 1564) y los temas que tratan tienen más diferencias que semejanzas. Eso sí, ambos eran igual de geniales.
Por cierto, si tenéis alguna idea para un best-seller que se base en la premisa de que los autores fueron uno solo citadnos en los agradecimientos… por favor.
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