La fiebre española por lo nórdico
Los españoles podemos sentirnos muy orgullosos de nuestro sol, nuestras tradiciones y nuestro estilo de vida; pero, seamos honestos, sentimos verdadera admiración por lo nórdico (vale, obviemos los típicos chistes sobre la fascinación del español de antaño por las suecas).
Para muestra nos valdría una vuelta por un centro comercial: entre los libros más leídos figuran autores de novela negra nórdica como Hening Mankell, Jo Nesbø o Åsa Larsson; abundan las tiendas de baratijas y elementos de decoración daneses; las tiendas de cierta multinacional sueca especializada en muebles desmontables siempre están llenas; encontraremos cafés con decoración minimalista al más puro estilo escandinavo y seguramente nos cruzaremos con una pareja de amigos que comenta el último capítulo de una famosa serie de televisión sobre el héroe vikingo Ragnar Lodbrok. “¿Cómo hemos llegado a esto?” nos preguntaremos mientras preparamos unas albóndigas suecas congeladas tras dar la vuelta por el centro comercial.
Unos piensan que es pura atracción estética. Ya sabéis, en una sociedad mediterránea llama la atención la talla y los rasgos casi níveos de los nórdicos. Volvemos al tema de lo atractivos que nos resultan el pelo rubio, los ojos claros... algo también aplicable al diseño de líneas puras, blancas y ordenadas que tanto contrasta con nuestros estilos artísticos recargados y barrocos.
Muchos se decantan por una especie de sana envidia social. La escandinava siempre ha sido considerada una sociedad con un alto nivel de bienestar: trabajos bien pagados, horarios racionales, una dieta sana, recursos sostenibles… todo aquello que nos haga sentir cerca de esa sociedad será bien recibido pues nos hará sentir más “civilizados”.
Hay quien que habla de la búsqueda de nuevos valores en tiempos de crisis. La supuesta valentía y libertad de los vikingos se nos hace muy atractiva en una época en la que los mediterráneos estamos reconsiderando parte de nuestra historia, siempre sometida a los dictados de algún poderoso imperio. Una prueba sería la creciente popularidad que han ido adquiriendo en los últimos años los anteriormente desconocidos festivales vikingos que llevan eones celebrándose en el norte de España. Igualmente tenemos la idea de la vikinga como una sociedad casi en perfecto equilibrio con la naturaleza, algo a lo que aspiramos en el presente. ¡Cuán diferente de, por ejemplo, la romana, con su manía de hacer embalses, acueductos y minas transformando el entorno!
¿Será esta fiebre pasajera o ha venido para quedarse? Odín dirá.