El 3 de Mayo
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El 3 de Mayo

La obra maestra de Francisco de Goya, "El 3 de mayo de 1808" (también conocido como 'Los fusilamientos de Príncipe Pío') es una de las más conmovedoras escenas bélicas jamás pintadas. Se ha convertido en una referencia para los muchos artistas que han intentado seguir los pasos de Goya; han sido pocos, sin embargo, los que han logrado elaborar un tributo a los horrores de la guerra y la muerte tan dramático y memorable como "El 3 de mayo".

Lo que permanece como el más espectacular elemento del cuadro es que Goya no estaba en el lugar de los hechos, y no está recreando un momento específico, sino que está usando el arte para representar las vidas de todos aquellos que perdieron su vida a manos de los franceses en 1808. En 1814, seis años después del conflicto, Goya pidió al gobierno que le financiase unos cuadros que iban a representar las terribles ejecuciones de españoles inocentes en Madrid el 2 y 3 de mayo de 1808. El primero de los dos cuadros, 'El 2 de mayo' muestra a los españoles en la Puerta del Sol intentando responder al ataque de los franceses. 'El 3 de mayo' es una idea mucho más sencilla, pero asegurando que la intensidad y el sentimiento han sido perfectamente capturados.

Tres de mayo

Goya retrata a un trabajador español de piel oscura momentos antes de ser ejecutado por un pelotón de fusilamiento en la colina de Príncipe Pío. Lo que hace al cuadro tan especial es que la víctima anónima habla por todos aquellos que fueron asesinados a sangre fría sin motivo. La víctima está de pie, con los brazos abiertos (lo que recuerda a la crucifixión de Jesús), con una camisa blanca inmaculada que le aporta un carácter angelical, reforzando la idea de su inocencia. A su izquierda están las figuras en sombras de sus compañeros, los siguientes en ser ejecutados. Cada uno afronta la situación de una manera diferente: algunos se cubren la cara, otros miran al cielo o rezan pidiendo ayuda. A la derecha de la víctima hay una pila sangrienta con los cuerpos de los que han sido ajusticiados antes que él, sus cuerpos fláccidos y apilados uno sobre otro como si nunca hubiesen sido humanos. En el momento del cuadro el montón es pequeño, pero intuimos que está a punto de multiplicar su tamaño.

Nuestra víctima mira a sus enemigos, que están frente a él, con horror. El cinismo de la escena está reforzado por el hecho de que Goya no nos muestra sus caras. Sus cabezas están cubiertas con oscuros sombreros y todo lo que se ve son sus largos fusiles que apuntan a la víctima. El fuerte contraste entre la emotividad de las víctimas y la áspera oscuridad de los soldados sin cara sugiere que Goya ni siquiera les consideraba humanos.

El cuidadoso uso de la luz en 'El 3 de mayo' es lo que verdaderamente añade drama al cuadro. El cielo está totalmente negro y sólo una brillante lámpara ilumina la escena, iluminando a la víctima, el suelo ensangrentado y las caras petrificadas de los que esperan su turno.

Los gruesos brochazos no intentan perder el tiempo con detalles insignificantes, sino que capturan la emoción, la respiración profunda y la piel pegajosa de las víctimas, sumiendo al espectador en lo más profundo de esta escena espantosa, pero sin dejarle hacer nada para cambiarlo. La escena es intensa como una fotografía, pero sin necesidad de ser realista. Los fuertes rasgos de las figuras hacen que casi parezcan caricaturas, que es lo que hace de la escena una obra tan universal y tan extraordinaria.

'El 3 de mayo' de Goya puede contemplarse en todo su esplendor (junto con 'El 2 de mayo'), en el Museo del Prado de Madrid.